Esta es la historia de una pequeña paloma que cuando
estaba en el nido, recién salida del cascarón, aún no sabía que era una paloma
especial.
Era un poco
diferente porque, mientras a sus hermanos y hermanas les iban saliendo unas
plumas grises brillantes a ella tenía unas preciosas plumas blancas.
Cuando sus padres
les traían la comida al nido, no era de las que quería comer la primera, y
esperaba con paciencia su turno.
Le gustaba jugar con sus hermanos y hermanas y
cuando había peleas y se daban picotazos, ella
no se metía y les decía “tranquilizaos….no os enfadéis… Que haya paz”
…Y así fue como se ganó el nombre de PAZ.
Un buen día el
papá y la mamá les dijeron a PAZ y sus hermanitos que ya estaban preparados
para volar. Sus plumas ya eran grandes y robustas y soportarían la fuerza del
viento.
PAZ al principio tenía un poco de miedo, pero su
mamá la animó a mover sus alas con fuerza y planear.
A PAZ le gustó
aquella sensación de verse libre y volar por el cielo. Y voló, voló y voló muy
alto. ¡Quería llegar al sol!.
Sin querer atravesó la capa de ozono por uno de sus
agujeros, abierto por la contaminación que producen los hombres.
Justo
en ese momento se le cayeron algunas de sus plumas achicharradas por los rayos
del sol. Pero no le dio importancia y prosiguió su camino.
PAZ llegó a una ciudad muy importante llamada
Washington, allí en una casa muy grande y “blanca”; vivía un hombre muy
poderoso. En ese momento estaba reunido con varios militares de su ejército.
¡Estaban
planeando entrar con sus aviones de guerra y su ejército en un país lejano
llamado Siria!.
Rápidamente salió
volando de aquel lugar perdiendo varias de sus plumas.
PAZ aterrada, voló y voló hasta acurrucarse bajo el
alero de una nave. En ese momento vio como unos hombres trabajaban
afanosamente. ¡Eso era paz!
Se acercó un poco para ver que era lo que
fabricaban.
¡Qué sorpresa más
desagradable! Se trataba de una fábrica de armas. De allí salían pistolas,
escopetas, fusiles...
La paloma se
marchó cabizbaja, y en su marcha notó como se le caían varias plumas.
Se posó en una farola, estaba muy triste. Se
consolaba pensando que aquella situación no podía darse en todo el mundo.
Así que decidió emprender el vuelo y atravesar el
océano para llegar a otro país y así poder encontrar la paz.
Muy
cansada por el viaje llegó a una ciudad llamada París. Tenía una torre muy alta
hecha de hierro, la Torre Eifel. En su punta se paró a descansar. Desde allí,
¡había una estupenda vista de la ciudad!
¡De repente, escuchó una explosión!, con la onda
expansiva algunas plumas de sus alas se habían desprendido.
¡Había estallado una bomba en una sala de conciertos
cercana!
¡Allí tampoco había paz!
Salió
de París y los vientos del Norte la llevaron a Asturias. Era un bonito lugar.
Mientras volaba cruzó verdes praderas, frondosos bosques y ríos de aguas
cristalinas.
¡Pero que veían sus pequeños ojos de paloma!
Tanta belleza estaba siendo destruida por el fuego y
el paisaje arrasado por las llamas era gris y muy triste. Tenía que salir de
allí si no quería quedar atrapada igual que otras muchas aves y otros animales.
En su huida… perdió algunas plumas más.
Apenas podía
avanzar, cada batir de alas era más costoso, la pérdida de plumas le impedía
planear.
Con grandes dificultades
llegó a Gijón, descansó un ratito en la torre de la Universidad Laboral.
Era sábado.
PAZ hizo un alto en el camino, en un campo de fútbol
donde jugaban dos equipos locales. Se entretuvo un buen rato viendo el partido.
Todo iba bien, hasta que el árbitro pitó un penalti
a pocos minutos del final.
Dos aficionados
empezaron a discutir sobre la decisión arbitral. Al poco rato estaban
insultándose. Uno de ello, muy enfadado, le propinó un paraguazo a PAZ que
estaba posada en la barandilla. Perdiendo algunas de sus plumas a causa del
golpe.
Al día siguiente, llovía y PAZ se refugió en el
alféizar de una ventana.
Unos gritos la asustaron, venían de dentro de la
casa.
PAZ pegó su pico
al cristal y vio como un hombre chillaba y golpeaba a su esposa delante de sus hijos.
Impresionada por
la escena salió corriendo, pues la falta de plumas le impedía volar.
Hoy con grandes dificultades ha llegado al colegio Alfonso
Camín, muy cansada y triste. Se vio reflejada en la ventana de una clase. Su
aspecto era lamentable, apenas le quedaban plumas. Se preguntó por qué.
Pronto comprendió
que cada vez que había vivido una situación donde no estaba presente la paz, se
le habían caído algunas de sus plumas.
Tenía la
esperanza de que le volviesen a salir.
Pero esta mañana, observando a los niños y niñas del
colegio ha perdido las últimas:
·
Unas cuando un alumno de los
mayores contestaba mal a un profesor y
no quiso ir cuando le llamó.
·
Otras cuando unas niñas de primaria no dejaban jugar a otro compañero.
·
Y ya las últimas cuando unos
niños de infantil se peleaban por el balón en el recreo.
¿Está todo perdido o
todavía quedaba alguna esperanza? La respuesta está en nuestras manos.
BAJO EL MISMO SOL
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